martes, 21 de febrero de 2012

No todo lo que puede ser contado cuenta...

Bután es un país pequeño, montañoso y sin salida al mar situado geopolíticamente en una zona complicada. En 2008 su rey decidió abdicar y otorgar el poder al pueblo pero con una particularidad: decidieron dejar de medir su “crecimiento” con el indicador estándar que emplea cualquier nación, el que tiene en cuenta todo lo tangible, el PIB. Dieron paso a un nuevo indicador más realista, que mediría la situación del país y sobre todo la de sus habitantes. Un parámetro que no se puede contar ni medir al uso, y así nació el FIB: la Felicidad Interior Bruta. A este concepto ya se han sumado Premios Nobel como Joseph E. Stiglitz o Amartya Sen, incluso grandes mandatarios como Nicolas Sarkozy que encargó en su día un informe para estudiar su viabilidad e implementación en Francia.

El punto de partida, el aprendizaje
Es fascinante observar a los niños durante su evolución. Deberíamos aprender muchas cosas de ellos. De hecho nosotros de pequeños las sabíamos y las poníamos en práctica, pero nos han ido moldeando a imagen y semejanza de la sociedad y han quedado en un primer sustrato, muy lejos de nuestra capa más reciente de conceptos, convencionalismos impuestos y formas de actuación adquiridas. Es admirable cómo los niños aprenden a andar. Pueden llegar a caerse quinientas veces y se siguen levantando hasta lograr su objetivo, caminar solos.

Los adultos, sin embargo, nos vemos afectados por un mínimo fracaso en el trabajo, en un proyecto, en la vida porque, simplemente, no nos salen las cosas como las habíamos planificado y nos derrumbamos. Eso sí, tenemos excepciones que confirman la regla: un ejemplo de tesón y pericia fue el de Thomas Edison quién intentó hacer una bombilla centenares de veces hasta que al final lo consiguió. Y el mejor aprendizaje que podemos sacar de esto es una de sus más famosas citas: “No fracasé, sólo descubrí 999 maneras de cómo no hacer una bombilla”. ¡Actuó como un niño!

¿Por qué nos hundimos a las primeras de cambio?
Casi el 90% de los emprendedores que inician su negocio por primera vez, fracasan. Y en su segundo intento, también. ¿Esto quiere decir que no debemos seguir probando una tercera, cuarta, quinta…? Evidentemente, no. Nuestros “fracasos” son valiosos aprendizajes, que no los reconocemos como tal, distorsionamos la realidad para lamernos las heridas y autocompadecernos. Todos queremos ser Steve Jobs, sin duda, y además a la primera y sin esfuerzo. Esto sucede con bastante frecuencia en las empresas. La envolvente presión nos obliga al constante éxito, a no poder dar un “paso en falso”, a acertar a la primera.
Estas exigencias afectan de lleno a nuestra salud. Según la profesora Cary Cooper, experta en estrés ocupacional en la Universidad de Manchester, cada vez se acumulan más pruebas que apuntan a que el estrés laboral tiene un impacto significativo en nuestra salud. Y los primeros en sufrirlo son los directivos que, en ocasiones, bajan en cascada la presión que cargan sobre ellos a todos sus colaboradores.
Gestionar esos cauces de estrés cuando, además, el trabajo no motiva lleva implícito muchos desajustes emocionales, físicos y de identidad. Hace 50 años nuestra identidad venía avalada por la religión, la nacionalidad, afiliación política, orígenes... Sin embargo ahora lo primero que nos preguntan es “en qué trabajamos”. Nuestro trabajo nos define, ocupa la mayor parte de nuestro tiempo y es la base de nuestro nivel de vida. Esto lo saben bien científicos de la Universidad Wright State de Estados Unidos: el que está feliz en su vida en general lo está en su trabajo pero muy pocos son infelices en su conjunto y satisfechos con su trabajo al mismo tiempo. Y es aquí donde una poderosa disciplina entre en juego: el Executive Coaching que, en el entrono profesional, acompaña en el descubrimiento, definición y alcance de de los objetivos deseados. 
La importancia de lo intangible
Es curioso que la mayoría de los negocios se basan en parámetros tangibles para medirlo todo. El “éxito empresarial” se basa en cosas que se pueden contar, sin embargo la felicidad que todos buscamos es incontable, intangible. ¿Es posible que estemos trabajando y pensando en 99% de nuestro tiempo en cómo lograr cosas y objetivos tangibles cuando nuestra felicidad está en lo intangible? Efectivamente. Y esto provoca múltiples incongruencias emocionales.  
Investigadores de primer nivel ya definen el concepto de felicidad y apuntan a su intangibilidad. Están diciéndonos que no puede ser “contado”. Yo me quedo especialmente con dos descripciones, una de Eduard Punset: “la felicidad está en la antesala de la felicidad”, es decir, la máxima cota la alcanzamos en los prolegómenos de obtener el resultado final que esperábamos. Y en segundo lugar, El Rabino Hyman Schachtel en su libro “el verdadero placer de vivir” apunta a que la verdadera felicidad no consiste en tener lo que queremos si no en querer lo que tenemos.
Y en un mundo donde todo es medible pero nuestra felicidad no lo es, el Coaching nos permite trazar un camino hacia ella. Descubrir el potencial que tenemos latente dentro de nosotros. Lo desconocemos pero está mucho más cerca de lo que pensamos, donde no necesitamos medir nuestros avances con indicadores, ni con KPIs, simplemente los sentiremos como parte nuestra y esa es la prueba irrefutable de la propia Felicidad Interior Bruta. Un concepto creado hace 35 años por un Rey adolescente, de 17 años en un “intrascendente” país asiático. Hoy ya hay más de 40 países intentando dar forma a este modelo, menos tangible e “incontable” y es que, como decía Albert Einstein, no todo lo que puede ser contado cuenta y no todo lo que cuenta puede ser contado.
 
Juan Luis García, Online Marketing Manager en ONO, Coach & Trainer de PNL